LAS DOS JIRCAS
(Cuento)
Antiguamente, según el relato de los ancianos, había un hombre que por muchos días venía buscando sus vacas.
Un día de esos, ganado por unos cuantos pasos por la oscuridad, se quedó a pasar la noche en el lugar llamado Hichaucar. Cuando en la noche estaba durmiendo en una cueva, fue despertado por fuertes voces: era la conversación de dos cerros llamados Auquinjirca y Angarmarca.
Angarmarca le dice ¡come esa carne que está a tus pies!, ansioso de ver degollado al intruso.
Auquis contesta, ¡no se puede comer, porque dos están durmiendo y dos están mirando!
El hombre tenía acostado junto a él, un perro negro conocido como “chusco”, que aparentaba tener cuatro ojos: encima de éstos, tenía dos círculos más de color amarillento que parecían haber sido dibujados por un artista rupestre. Esto confundía al cerro, quien pensaba que el perro seguía el acontecimiento atento con la mirada.
Al cabo de un rato llamaba desafiante nuevamente Angarmarca,
¡Auquis! Vamos a votar una pequeña muestra de nuestras riquezas al Marañón, probemos quien tiene más oro.
Angarmarca da la iniciativa arrojando al río Marañón oro puro en forma de tres naranjas.
El hombre acostado sobre su ponchito y la boca llena de coca y cal, veía descender al río las naranjas que rodaban ardiendo.
Tocó el turno a Auquis, este botó dos enormes zapallos que también descendían al Marañón como grandes bolas ardientes.
Angarmarca era el cerro más hablador, alegre y soberbio, tema muy conocido por todos sus amigos: como el que iniciaba los juegos, viajes y competencias, aunque en fortuna no fue el más favorecido.
En cambio Auquis era hospitalario e introvertido, tal vez por esta condición fue el más laborioso y rico.
El hombre y chusco fueron testigos del triunfo de Auquis, como el cerro más poderoso en oro.
Fue el consejo de chusco el que evitó que su amo fuera rodando y saltando por encima de arbustos y achupallas en busca del codiciado tesoro.
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