EL CABALLO Y EL TIGRE
(Cuento)
El forastero, saltó deprisa sobre el lomo de su caballo bayo y emprendió viaje rumbo a la floresta. Pasó por Afilanga, Ututo y Garhuacruz; al atardecer del día siguiente llegó a una planicie, donde el jinete decidió esperar hasta que la tierra terminara su obscura cabalgata.
Una vez preparado el café, desató el mantel bordado y a su vista se presentaron los exquisitos panes especiales, chicharrones, maíz y numia tostada. En el vientre del anochecer, por un momento olvidó la soledad y la amenaza de la vegetación selvática: ¡La cena estaba deliciosa!
Recobrada la energía, el viajero preparó un refugio para dormir en el alto de un grueso árbol, trepando con una agilidad de mono.
El caballo, atado a un arbusto, trataba apresuradamente de organizar sus ideas mientras cogía hierba verde para atender a su hambriento estómago. El viaje de dos días continuos fue muy duro, sus delicados cascos se hallaban maltratados: subió y bajó empinados cerros, ahora se encontraba en un mundo diferente.
En la noche, el asustado muelón veía acercarse lentamente a un tigre ansioso de celebrar un gran festín. Sin demora, elaboró un plan de defensa con la rapidez de un computador. Adelantándose al ataque, con la serenidad de río deslizándose en terreno plano, lanzó al espacio una pregunta tronante: ¡Amigo! ¿Sabes leer y escribir? ¡Si no sabes, yo te puedo enseñar!
Atraído por la curiosidad, el valiente animal de adornada piel, despojándose de su furia salvaje, interrogativo se acercó al curioso caballo. Los dos, confundidos en una amistad animal, iniciaron el maravilloso proceso de aprendizaje-enseñanza.
El tigre con facilidad aprendió agarrar el lápiz, dibujar letras y palabras porque pensaba que esta tarea era igual que cazar presas en el bosque. Aprendió a leer con muy buena pronunciación, tal vez, pronto sería también un buen facilitador. Maestro y alumno se encontraban muy alegres, las horas pasaban sin que notaran el cansancio, sólo los ruidosos grillos se atrevían a romper el silencio nocturno.
Mientras tanto, el jinete se deleitaba en lo propio. Soñaba encontrarse en la gran ciudad de México presenciando una conferencia de Miguel Angel Cornejo sobre “Estrategias Para Triunfar”.
Cuando terminó el evento, nuestro amigo no quería abandonar la sala de Conferencia, varios hombres lo agarraron y a empujones trataron de sacarlo; hasta que el picar de unas hormigas lo despertaron.
Abandonado su dulce sueño, escuchó una conversación, él pensó que la Conferencia continuaba, levantó la cabeza para ver el rostro de Cornejo, en su gran sorpresa vio dibujarse la cara de su carismático caballo, pues continuaba la sesión de aprendizaje.
Desde aquella vez, el caballo y el tigre fundaron una escuelita para enseñar a leer y escribir a todos los animales del bosque; en ella, hasta ahora, van los hijos de los hombres a estudiar.
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